domingo, 25 de noviembre de 2012
Media hermana mandada a la mierda. (21/05/12)
De cuando te quisiste hacer la
pícara, ¿te acordás?, y me preguntaste quién era el papá y quién la mamá de la
perrita que en ese entonces tenía dos o tres meses y que hoy cuenta con tres
añitos; te quisiste hacer la pícara y deslizaste esa pregunta, quizá creyendo
que yo no iba a reaccionar, quizá creyendo que toda esa provocación iba a
quedar en la nada, que yo la iba a dejar pasar en pro de una cena tranquila,
pero no, te equivocaste, no soy proclive a las cenas tranquilas y menos
viviendo en una casa a la que se le caían los picaportes de las puertas; una
casa en la que no andaba el bidet, el inodoro se despegaba y perdía agua, el
botiquín se derrumbaba rompiéndose los espejos, los vidrios de las piezas eran fijos
y te morías de frío en invierno y te morías de calor en verano, y en vez de
postigos, tenían unas persianas verdes diarrea tipo carnicería; no, no soy
proclive a las cenas tranquilas, y menos en la casa de un barrio en el que los
lúmpenes salían a hacer footing a la madrugada, el vecino de la vuelta sacaba a
pasear a la mujer apretándola por el cogote mientras ella pedía auxilio
desesperada y Patricia, que le alquilaba al mismo gusano que nosotras, le
aconsejaba por teléfono a alguien desprevenido y bastante estúpido, que
guardase “el papelito en la heladera, por unos meses, y santo remedio”; no
querida, no iba a dejar pasar semejante provocación homófoba primero, porque no
soy una gila con la que podés pasarte de lista con tu porte de intelectual progre
que a mí, no me engaña, y segundo, porque soy una persona con 33 años bien
plantados que no sólo soportó vivir cosas muy desgraciadas, sino que también
fue muy feliz y muy libre y soñó con un mundo mejor con esa mujer que vos, muy
taimada y desvergonzadamente llamaste “papá”, ¿te acordás?, fue una noche en la
que el DVD estaba abierto y entraba y salía gente que seguramente escuchó todo,
eran otra sarta de homófobos, por otro lado, y no me importó, no me importó
porque amé a esa mujer y era mi vida, ¿entendés?, una vida que yo debía
defender con uñas y dientes, porque el amor no se encuentra tan fácilmente y
hay que aceptarlo y agradecerlo y ella y yo, fuimos bendecidas con ese amor,
mal que te pese a vos y a todos los que no estuvieron de acuerdo; esa noche
entraba y salía gente y vos quisiste refugiarte en miradas cómplices, pero no
hubo ninguna, ninguna para tu comentario ni para la discusión que desató,
porque vos me mandaste al psicólogo y yo, directamente, te mandé a la mierda,
porque ahí tienden a estar los homófobos, en la mierda, deseando con
remordimiento culposo a gente de su mismo sexo por el plazo de una miserable
vida, más miserable aún que un picaporte roto, que un lumpen haciendo footing,
que un mugroso papelito en la heladera.
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