miércoles, 23 de julio de 2014

El gran Gatsby (1925), Francis Scott Fitzgerald. La historia de una tragedia.

Pocas historias de la literatura universal contienen tanta tristeza e injusticia como la de Jay Gatsby. Nuevo rico, de dudoso pasado y organizador de grandes fiestas en su mansión de West Egg, este personaje encarna al héroe romántico ambicioso y trepador, que lo único que desea realmente es reconquistar a Daisy, el amor de su vida, ahora casada con Tom Buchanan.
La trama se desenvuelve entre magníficas descripciones paisajísticas, narrado con el estilo coloquial y fresco de Fitzgerald. Además, ofrece un minucioso y descarnado cuadro de costumbres de la burguesía estadounidense. Así, Tom Buchanan representará al acaudalado prepotente y racista, que toma por amante a una mujer de clase baja, Myrtle Wilson, quien con su muerte, precipita la tragedia final. Daisy será la “top girl”, frívola y decepcionada de la vida fastuosa que lleva junto a un hombre que la engaña y domina. Nick Carraway es el personaje principal que narra en primera persona los acontecimientos que convierten a la novela en una especie de relato policial.
Francis Scott Fitzgerald nació en Saint Paul, la capital del estado de Minnesota en 1896. Con la publicación de su primera novela, A este lado del paraíso en 1920, se convierte en un hombre rico y exitoso que comienza a codearse con la crema de la literatura y el cine de los Estados Unidos. En ese mismo año se casa con la “flapper” (mujer joven y rebelde, característica de los años veinte) Zelda Sayre, naciendo un año después su primera y única hija, Scottie. Fitzgerald y Zelda formaron la pareja arquetípica de la década del jazz, sumidos en un delicioso delirio que los haría viajar de Europa a EEUU una y otra vez, despilfarrando dinero en interminables fiestas regadas de alcohol. En Paris, Scott se relacionará con Ernest Hemingway y Gertrude Stein, ambos al igual que él, integrantes de la denominada “generación perdida”, generación de escritores hijos de la incertidumbre y el escepticismo de entreguerras. Estos autores se negaban a seguir un estilo prefijado por tradiciones anteriores y veían en el arte una forma de romper con el aburguesamiento del que procedían.
Lentamente, Zelda y Scott Fitzgerald, fueron adentrándose en un infierno que los llevaría a cada uno por destinos separados. Él, sumido en el alcohol, moriría según cuenta la leyenda, sobre su máquina de escribir el veintiuno de diciembre de 1940, en Hollywood, distrito de Los Ángeles, California. Había pasado sus últimos años escribiendo guiones cinematográficos. Zelda, por su parte, moriría en 1948, a causa de un incendio en el centro psiquiátrico donde se hallaba internada. Sufría desde 1930 de esquizofrenia y había estado internada en varias ocasiones en distintas clínicas de Europa y Estados Unidos. La esposa de Fitzgerald luchaba desde su casamiento por adquirir una identidad propia, lo que la llevaría a escribir, pintar al óleo y estudiar ballet durante muchos años.
Dividida en diecinueve ágiles capítulos, plagada de diálogos reveladores que demuestran la crisis de valores morales de toda una clase social, El gran Gatsby es una obra imprescindible para toda biblioteca que se precie de tal.

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